domingo, 15 de mayo de 2011

ME GUSTAN LOS CARTELES ELECTORALES (VOTA LO KE KIERAS)

ME GUSTAN LOS CARTELES ELECTORALES

En la democracia hay muchas cosas que no me gustan porque los ciudadanos somos comodones y “nos dejamos hacer“, de manera que el sistema acaba un tanto deformado por el uso y de tanto en tanto se requiere renovarlo para que siga siendo válido. Probablemente nos encontremos en uno de esos momentos en los que se hace necesaria una renovación de los esquemas de funcionamiento de los partidos políticos, y también de los esquemas ideológicos. La democracia sigue siendo válida, los inválidos somos normalmente los demócratas, incapaces de gestionarla correctamente.

Dicho esto, y ya que estamos en plena campaña electoral, quiero comentaros qué es lo que me gusta de unas elecciones: me gustan los carteles electorales. Tan grandes, limpios, directos… ¡Tan por todas partes!

Probablemente sea de las pocas cosas que me gustan en las campañas electorales, tan llenas de medias verdades como de medias mentiras, a ratos tan llenas de insultos como faltas de ideas.

Y es que lo del “tuiter” y el “faisbuk” no me termina de convencer, me parecen artimañas sin contenido que no conducen a nada – me imagino a Rita pinchando el “Me gusta” de un mensaje y al ratito pinchando el “Ya no me gusta”, pero qué queréis que os diga, de ahí a aceptar una solicitud de amistad…-. Tampoco me creo a Alarte contando su carrera electoral en el “tuiter”: “Hoy nos vamos a Xátiva a un mitin en la plaza de toros; lo cierto es que no me apetece nada viajar en tren…”. Que no, que no, que no me lo trago.


También me gustan las fotos de mítines que salen en los periódicos: la labor de esos periodistas que cubren los eventos durante las elecciones no está pagada, ¡tener que tragarse semejantes tostones! Y sobretodo no están pagados los fotógrafos, siempre atentos al detalle secundario, a ese político que bosteza en segunda fila, a los que se cuentan al oído “escuchitas” mientras se ríen por “lo bajini” justo en el momento en el que el orador está lanzando su mensaje más apocalíptico… O al joven del semicírculo que rodea al candidato en el escenario y que, presa de un picor irresistible y de un tedio galopante, no puede evitar hurgarse enérgicamente la nariz o el oído, a ese gesto fuera de lugar del orador de turno…

Me gustan esas fotos de los candidatos que parecen agarrarse al atril para no saltar sobre el auditorio presas del fervor del momento;

o esas otras en las que gesticulan exageradamente, con mucha más fuerza que la de su mensaje electoral (Sobre los gestos tengo muchas teorías, porque el lenguaje gestual es muy rico y variado, lleno de significantes y significados: me gustan los candidatos que al extender las manos hacia el público lo hacen acotando el espacio entre los brazos, como queriendo concretar lo que dicen, o aquellos que lo hacen con las palmas de las manos hacia arriba, con los pulgares separados y el resto de los dedos pegados, como ofreciéndose con sinceridad al público. Nada que ver con aquellos que gesticulan con ambas manos en alto, con las palmas hacia sí mismos y con todos los dedos extendidos, como diciendo “to lo arreplego, tó pa mí, tó pa mí”).

Pero bueno, los carteles… ¡los carteles son otra cosa! Con sus frases sencillas y sonoras, paradigma de la concisión del mensaje político, con sus enormes caras sonrientes a todo color, con sus enormes “logos”,… Sí, decididamente me gustan. Y probablemente elija mi voto en función del cartel electoral que más me guste, por sentido puramente estético: aquel de composición más equilibrada, o colorido más armonioso, o aquel en el que la mirada del candidato diga lo mismo que su sonrisa (sí, ya sé que esto último es bastante difícil de encontrar…).

De momento ya he comenzado a coleccionar carteles, por si me decido por esta opción, pero cualquier otra es igualmente válida: el estilo del peinado, el atuendo de los candidatos, el número de vocales de su nombre de pila…

Hasta la “Jornada de reflexión” no tomaré mi decisión final, para muchas cosas soy así de indeciso. Pero otras sí que las tengo muy claras: el derecho al voto hay que ejercerlo, sólo falta que encima dejemos que los políticos hagan y deshagan a su antojo, por lo menos que sepan que los votos se los han de ganar de alguna forma.

Por eso el día 22 iré a votar, porque la única forma de mejorar es no dándonos por vencidos.